Relato Erótico 21

HAMBRE

Abrí los ojos. El techo de color blanco fue mi primera visión. Intente levantarme, algo me lo impedía. Note dolor en las muñecas y los tubillos. Estaba atada a la cama. Mi cuerpo completamente desnudo, hacia una x, en la cama.

Grite, pedí auxilio, hasta que agotada deje de hacerlo.

Unas horas después entro un hombre con el rostro tapado. Le pedí, le suplique que me desatara, que me dejara marchar. De nada sirvió. Me tapo los ojos con un pañuelo.

–          María, sabes que eres muy hermosa.- dijo.

–          Me conoces?

–          Silencio, no hables- respondió

–          Porque me has secuestrado?, no he hecho nada- suplicaba entre sollozos- no tenemos dinero en casa.

–          no quiero dinero. Cálmate y después vendré a darte de comer.

Salió de la habitación donde me tenia, sin quitarme la venda de los ojos.

No sé cuánto tiempo paso, pero volvió a entrar. Estuvo preparando algo, no se qué, pero duro unos minutos, sentí como se destapaban botes, o eso me pareció

–          Tienes hambre?

–          Si.

–          Abre la boca.

Hice lo que me dijo, pues creo que llevaba casi un día completo sin comer.

–          No mastiques.- comento

Algo me rozo los labios, yo abrí un poco más la boca y me introduje un poco en ella. Chupe. Era algo duro, pero estaba recubierto de mermelada de fresa. Lamí y lamí. Después el, extrajo lo que era aquello y volvió a meterlo en mi boca. Ahora era mermelada de manzana. Lo chupe con ansia. La forma de aquello que entraba en mi boca me era conocida, hasta que me di cuenta. Era un pene, estaba comiendo mermelada untada en su miembro. El hambre no me había dejado darme cuenta antes. Rápidamente hice un movimiento de cabeza, sacándome su miembro de mi boca.

–          No quieres comer más?-

–          Es asqueroso- le respondí

–          bueno, volveré a la noche.

Aunque tenía ganas de vomitar, savia que la mermelada que había ingerido me avía aplacado algo el hambre.

La puerta volvió a abrirse, varias horas después. Otra vez el mismo ritual, mientras yo le seguía suplicando que me dejara marchar.

Note como su mano acaricio mi sexo, intente cerrar las piernas, pero las ligaduras no me dejaban. Su mano siguió acariciándome, sus dedos frotaron mi clítoris. Aunque yo me resistía, esas caricias me estaban excitando, no quería, mi mente se resistía, pero mi cuerpo no.

Note como algo entraba dentro de mí. me estremecí. El metió dos dedos dentro de mi y extrajo el cuerpo que había introducido antes, sin dejar que ese cuerpo extraño, dejara de tocar mi piel, lo llevo hasta mi boca, me lo puso en los labios, apretó un poco y se introdujo en mi boca, era una fresa. La comí, pues el hambre que sentía era espantosa, a pesar que había estado dentro de mi vagina.

La operación se repitió varias veces, unas veces eran fresas, otras cerezas, y una de ellas un plátano, que hasta que llego a mi boca, entro y salió de mi sexo varias veces. Tantas que me produjo un orgasmo.

Así estuve casi un mes, alimentándome de esa manera. Solo me desataba, para ir al baño. Logre saber quién era el. Un vecino de toda la vida. Le prometí que no lo denunciaría, pues no me había hecho daño físico alguno. El se fio de mi, y me dejo en libertad.

Cumplí mi palabra, los primeros días coincidimos en el súper. No intercambiemos palabra alguna.

Un día llame a su puerta. El me abrió, y quedo sorprendido de verme.

–          Tengo hambre.- le dije.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *