Relato Erótico 36

UNA CITA RESUELTA

Fue su amor de juventud, pero por unas cosas u otras nunca llegaron a tener una primera cita. Cada uno siguió su vida por caminos dispares. Ella casó con un amigo de juventud. Quizá no enamorada totalmente pero si con el suficiente cariño y comprensión para llegar a construir una verdadera familia con dos hijos maravillosos. Aunque la monotonía casi hace flaquear los cimientos de estabilidad de la pareja. Ya consiguieron introducir variantes sobre todo en la intimidad.

Por su caso, el fue dando tumbos por la vida, hasta se separó dos veces. Tuvo tres hijos maravillosos. Pero después de la segunda separación se dió su tiempo. No quería tener nada serio. Deseaba encontrar una relación que naciera de la confianza máxima de conocimiento de uno hacia el otro y sobre todo una amor total. Pasaron varias candidatas y dejando claro sus intenciones desde el principio. Sin buscarlo y sin esperarlo se cruzó en su vida una chica de otra provincia y que no sabía cómo, intimó a través del ordenador. Se conocieron a los dieciocho meses de chateo. Fue a verla y se encontró con la mirada deseada. Ahí estaba la pareja que estaba esperando toda su vida. Dentro de su individualidad era la perfecta armonía que necesitaban, cosa que iniciaba uno, el otro la continuaba cómo si de una misma persona se tratara. Y en el sexo era el perfecto complemento de los dos. Descubrir nuevas sensaciones y situaciones era una perfecta combinación para que la vulgar monotonía por la que la gran mayoría de las parejas terminan por arruinarse.

Sin pensarlo demasiado jugaban a diario a crear momentos mágicos de sexo. Cualquier sitio, una barra de bar a últimas horas de la noche, un rincón del parque antes de llegar a casa, subían un colchón a la terraza del edificio, subían y bajaban sin parar en ascensor de servicio del edificio, en el probador de ropa íntima del gran almacén. Todo era su campo de batalla y de placer. No había sitio, lugar y hora que descubrieran un poco de intimidad para exhibir ese nuevo sexo morboso. El punto de locura justo era un ingrediente y la posibilidad que algún mirón pudiera existir ni cortaba sus intenciones de continuar, al contrario. Excitada más.

Un día le propuso ella llevarlo a un pub de intercambio de parejas. Su amiga del trabajo, su compañera de consulta le había contado una experiencia maravillosa vivida. Y no pudo resistir el proponérselo. Sabia su respuesta. Ese sábado irían a conocerlo. Todos los detalles estaban explicados de sobra por su amiga. A las siete de la tarde estaban cruzando el umbral y una chica de mediana edad los recibió con exquisita educación explicándoles todo el funcionamiento y normas del lugar. No hizo falta demasiadas palabras para entender. Fueron a esa habitación a cambiarse de ropas y ponerse la comodidad de una gran toalla de baño. Todo perfecto para en cualquier momento empezar con los juegos de amor que su imaginación creaba. En la barra de la zona de copas se sentaron en unos taburetes del final. Ella se apoyo casi encima de él. El apoyado con su espalda en la pared abrazando con pasión a su chica y observando todo lo que iba pasando en el local. Habían llegado quizá demasiado pronto. Solo otra pareja al fondo sentada en los grandes sofás al otro lado. Y nadie más salvo la chica que atendía la barra, hija de la señora que les recibió. Dos gintonic muy ricos y unos besos nerviosos bailaban en sus labios. Alguna pareja entraba. Una chica sola. Y de golpe sus ojos pararon en la mirada de esa mujer que avanzaba por el centro del local acompañada de su pareja. No podía ser. Y lo era. Era ella. Su amor platónico de la juventud. Ella no se dio cuenta de su presencia o quizá ni lo reconoció. No dudó en contarle aquella historia de juventud a su pareja y hacerla cómplice de sus sentimientos. Al terminar ella le propuso una nueva historia, crear una nueva situación morbosa, estaban en el mejor sitio y las personas que estaban, sabían perfectamente lo que hacían. Fueron mirando donde se colocaban y buscarían la forma de sentarse o entrar en cualquier zona donde estuvieran ellos hasta conseguir estar juntos. Ya verían si descubrían su amistad de juventud o simplemente tuvieran ese intercambio sin más. El morbo estaba servido. Estaban dispuestos a todo y ella aun tenía una sensación de más excitación. Quería una vuelta más de tuerca para que su pareja pudiera revivir o mejor vivir lo que se quedó anclado en su juventud. Tomó las riendas de la situación y lo arrastró hasta aquella habitación donde por suelo era todo un grandioso colchón comodísimo y la luz una insinuante vela de olores excitantes. Se tumbaron a su lado siguiendo con los juegos amorosos. Besos apasionados y ahora sabiéndose observados por la otra pareja. Una mano de ella fue a buscar el hombro de la otra chica buscando su complicidad, le devolvió el gesto con una mirada de asentimiento completo y juntando sus cabezas cruzaron un beso casi casto en su boca. Ya estaba el contacto hecho. Ahora solo era necesario dejar volar la imaginación de cuatro cabezas ilusionadas en tener el mejor sexo entre éllos. Y el cómo era lo de menos, manos lenguas, dedos, pene y vagina era todo lo necesario.

Hasta que en un momento de las increíbles y variadas posturas, sus parejas contrarias dedicadas a hacerse el mejor sesenta y nueve. Sus miradas se cruzaron. O mejor se enfrentaron a sus recuerdos de juventud. Ella encima de él y penetrada por el pene de su amigo de casi la niñez. Y todo cambió en ese momento. Si su placer ahora inmenso antes de reconocerse a partir de ese momento retomaron la cura pendiente y los rescoldos apagados revivieron cómo volcán en explosión. Beso apasionado y hundimiento bestiales de su vagina coreando en aquel pene que nunca sintió. Una mirada de total compresión y asentimiento de su pareja solo le dió la seguridad completa que todo estaba bien. Mejor que bien. Era solo sexo del bueno el que se estaban dando ahora los cuatro, los recuerdos solo hacían más caliente y delicada la historia pero nada frustraba la realidad. Todo lo que les apeteció hicieron los cuatro. Hasta que la extenuación llegó a sus cuerpos. Tumbados unos encima de otros sin más orden que el tenían al terminar dió paso a un comentario de élla. Por fin habéis tenido vuestra primera cita. Por fin. Ahora fue él quien contó el principio de la historia para hacer cómplice por completo a su marido y a partir de ahora uno de sus mejores amigos. Los cuatro quedaron para cualquier día que uno de ellos propusiera.

 

Asensio Piqueras

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