Relato Erótico 5

AMOR CORRESPONDIDO

He llegado al límite de mi aguante. Traté de olvidarte buscando a quien pudiera sustituirte, pero ha sido imposible, ella mas bien me obliga a odiosas comparaciones que me hacen sufrir pensando en todo lo que he perdido.
Recuerdo bien lo que me costó acercarme a ti. Te veía a través de los cristales del escaparate de tu tienda… tan bella, tan sensual. Me parecías inaccesible y pensaba que tenías que tener tantos pretendientes que yo no podría aspirar ni a un espacio en tu vida.
Un día decidí averiguar sobre ti, se me iluminó el mundo. Me dijeron que a pesar de tu belleza y tu atrevida apariencia no habías tenido nunca un amante y que eras tan discreta como atractiva. Por fin, me atreví a conocerte. Teníamos que estar hechos el uno para el otro, ya que ese mismo día fue como si nos conociéramos de toda la vida y nos hicimos amantes.
¡Qué días de pasión aquellos! Tú me enseñaste de mí mismo facetas que jamás había conocido, y con qué gusto te amoldabas a todos mis caprichos.
Viví esos días con la única ilusión de encontrarte en casa, siempre dispuesta a darme tu amor, y siempre satisfecha con el que yo te daba.
No sé cómo pasó, pero de pronto, empezaste a cambiar, noté que algo te faltaba.
Tú, que nunca me habías exigido nada, te quedabas después de amarnos como si no tuvieras ya interés en mí, sin ganas, como dormida y sin fuerzas, la turgencia de tu cuerpo, que tanto me excitaba, había desaparecido, y hasta en tu expresión se notaba desprecio. Heriste mi tonto orgullo, y te aparté de mí sin esperar a ver tus razones.
Entonces apareció Margarita. Ella fue al principio un refugio para mi desconsuelo. No le comenté tu existencia y se esforzaba en saciar mi necesidad de amor. Pero no era lo mismo. Tú y yo nos conocíamos de veras y para nosotros no quedaba nada oculto en el sexo, nunca te asombrabas, ni negabas a nada, y disfrutabas tanto como yo de nuestros descubrimientos. Es verdad, nunca hablábamos de ello, pero tu expresión cuando hacíamos el amor dejaba ver que compartías mi pasión.
Margarita es distinta, a ella he tenido que enseñarle desde el principio a entregarse, a dejarse amar como tú lo hacías. Y no se conforma con ello. Después de una noche de amor desenfrenado, ¿Qué más tú me pedías!, ella se levanta pensando en viajes, televisores, ropa nueva, tonterías. A veces siento que hace el amor por complacerme, como por concederme caprichos y no le veo la expresión satisfecha que a ti te veía.
Definitivamente me tiene loco con sus exigencias, cada día me hace más falta tu amor y ahora sé que debo luchar para recuperarlo.
Conozco tu timidez para con los extraños, eso siempre me ha gustado de ti, yo también soy tímido y me costará buscar a quien nos ayude, pero no podemos seguir así, tú, escondida de mí como si te hubiera repudiado, y yo, mientras tanto, añorándote día tras día.
En la esquina de esta calle hay un taller en que reparan bicicletas, no te avergüences, son profesionales, te tratarán como a una muñeca…
Esta tarde iremos, cuando no haya mucha gente, y seguramente ellos sabrán ponerte un parche que te devuelva la lozanía.

Así volveremos a querernos como antes y… ¡adiós Margarita!

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