La Mariposa
Miro la pantalla sin verla.
Letras, números que no dicen nada. No veo más que la imagen de tus manos y mis ojos centrados en un punto invisible.
Aún me duelen los muslos. En mis ingles comienzan a aparecer dos moratones por tus embestidas de anoche.
Te visualizo entre mis piernas, tus manos en mis caderas y mi respiración se agita.
No sales de mi mente.
Intento centrarme. Imposible.
Hago una llamada, oigo pero no escucho, es todo mecánico.
Vuelvo a mirar la pantalla y el despacho vacío y tan repleto de tu olor.
Suena mi móvil. Tu mensaje, sé que eres tu incluso antes de mirarlo.
«Súbete la falda» – leo.
Y el hormigueo que recorre mi sexo es imparable ya. Soy incapaz de no obedecerte.
Estás… eres mi mente.
«Estoy trabajando» – contesto.
Tu respuesta tarda solo un minuto.
«Súbete la falda… YA»
Y cuando quiero reaccionar mis manos ya están cogiendo la fina tela y haciéndola subir por mis piernas.
El instinto me hace abrirlas. El deseo de tenerte consigue que la humedad de mi sexo se haga notar.
No sales de mi cabeza.
No puedo. No debo. Aquí en el despacho no. No vas a dominarme aquí, me resisto.
Voy a bajar mi falda y como si leyeras mis pensamientos, un nuevo mensaje.
«Ni se te ocurra no obedecerme»
Un gemido escapa de mi garganta. Porque quiero hacerlo. Busco en mi cabeza la fuerza para negarme pero no la encuentro. Quiero volver a ser tuya, solo tuya.
Tu vicio.
Sabes que me tienes a tu merced aunque me resista.
Sabes que dominas mi mente y cuando estás en ella haces que tabúes, límites y miedos desaparezcan.
Abro mi deseo porque abro mi cabeza a ti. A lo que deseas tú.
Siento como se acelera mi respiración, pensando en tu boca y tengo que cerrar las piernas.
Comienza a aumentar mi excitación…
«Vamos nena, provócame»
«Ahora no» – Cierro los ojos.
«¡PROVÓCAME!»
Y me quedo al borde del orgasmo al leerte.
Apago la pantalla del ordenador, tengo que salir de aquí, decido dar un pequeño paseo. Y antes de salir por la puerta del despacho, el teléfono sobre la mesa.
No me dejas hablar.
«En recepción hay algo para ti. Y no vuelvas a intentar resistirte. No puedes…»
Me quedo de pie, con el auricular pegado a mi cuello, tu voz aún haciéndome temblar aunque hayas colgado.
Temblando de deseo, sintiéndome tuya.
Viciosa, ansiosa de entregarme y saber que puedo hacerlo porque así lo deseo.
Así lo deseas.
Cojo mi móvil, cierro el despacho y cambio mi cara para pasar de una planta a otra del edificio. Los tacones suenan en el frío suelo y mis caderas me piden a gritos que te busque.
El paquete es pequeño, una caja negra con lazo rosa. Solo pone mi nombre.
El ascensor me lleva hasta el parking, y junto a mi coche dudo si seguir o no. Miro el móvil, sé que no volverás a escribirme hasta que te haga una llamada perdida diciéndote que he vuelto a masturbarme para ti.
Busco miradas en la oscuridad del lugar. No hay nadie. Entro en mi coche, en la parte de atrás y este rincón me ocultará durante un rato, lo sé. Y lo sabes.
No me voy a quitar los tacones, las medias que llegan casi hasta mi duro y prieto culo no me estorban, me gusta verlas así. Esta caja… me intriga.
Es de color morado. Una pequeña mariposa. De formas redondeadas y muy delicada, pero tan sugerente.
La silicona es suave, brillante, y apretando un pequeño botón comienza a vibrar primero despacio. Luego diciéndome qué hacer con ella.
Te odio en este momento. Sabes cómo me siento y sabes que no voy a poder evitar jugar con ella.
Sobre mis labios que humedezco con mi lengua, siento el dulce sabor del recorrido que un segundo antes han hecho mis dedos entre mis piernas. Observo la mariposa y quiero probar como vibra suavemente sobre mi cuello, mi pecho, mi vientre.
Desabrocho la blusa botón a botón sin dejar de pasear la mariposa ahora por mis muslos. Mis piernas más abiertas a cada segundo que pasa y cuanto más se va acercando a mi humedad, más deseo que estés mirándome.
Tiro del sujetador y libero mis pechos. Pellizco cada pezón que llevan horas erectos y firmes. Este piercing en uno de ellos me lleva a lo más alto, hace que mi excitación aumente y al jugar con él, un cosquilleo recorre mi espalda haciendo que arquee mi cuerpo. Sigue buscándote.
Un nuevo gemido que ahogo cuando descubro que la mariposa ha llegado a mi clítoris y me ha hecho cerrar las piernas de golpe. Su vibración es un volcán en mi sexo y no sé si podré soportal tal placer durante mucho tiempo.
Pero lo quiero. Ese dulce dolor de llevarme donde nunca había llegado. Un placer del que tu me hablabas pero nunca conseguí con nadie… excepto tu.
Vuelvo a abrir mis piernas y vuelve a posarse lentamente. Mucho más húmedo, más preparado para evitar que deje de vibrar, haciendo que tenga que coger aire fuerte para controlar mi propio cuerpo.
No quiero, no puedo parar y aprieto más fuerte la mariposa contra mi sexo haciendo que se mueva, que gire, que revolotee y me haga gemir cada vez más alto, respiración entrecortada y las convulsiones de mi cuerpo se descontrolan.
Viene a mi mente tu sonrisa, tu mirada cuando de forma salvaje me miras después de besarme y morder mis labios. Pienso en tus manos sobre mi espalda y cuando llegan a mi pecho y les haces entregarse a ti.
Y esa imagen, tu mirada, consigue que mueva más rápido mis manos, que mueva con más rapidez la vibración de la mariposa y la sensación de un orgasmo me hace explotar con un gemido ahogado mordiendo mi blusa, convulsionando mi cuerpo en mil espasmos y un placer tan intenso que parece no acabar jamás…
Recupero la respiración. Con las manos aún temblando cojo el móvil. Escucho dos tonos en tu teléfono y cuelgo.
Tu llamada, la esperaba. Y tu voz.
«Dulce princesa… mía. Mi vicio… Sonríe. ¿Sabes por qué? PORQUE QUIERO MÁS…»
Sonriendo, me quito los zapatos y cierro las puertas del coche, conmigo dentro…
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