Relato Erótico 11

PUTAS

No tuvo que coger el coche para llevarle donde hasta el más tonto sabía que iban. Y, al coger una calle recta, al fondo, a unos doscientos metros, se veían unas luces de neón color violeta que formaban la figura perfecta de una mujer desnuda, sicodélica; sin mostrar ninguna de sus partes más delicadas; solo el contorno.» My body» se llamaba el burdel. Un mandinga de dos por uno les abrió la puerta del paraíso del sexo fácil, donde solo manda el dinero y el hombre se vuelve tirano y déspota por momentos porque ellas son putas y su cuerpo e intimidades dejan de existir teniendo todo, solo, un precio. Nada más entrar se veía la barra a la izquierda con un camarero y una señorita que al parecer, también ayudaba a poner copas. Justo al lado de la puerta de entrada –– con ganas y a la salida sin…–– se encontraba la gramola, que en ese justo momento, Ricky Martin estaba a media canción de su vida loca. Un cacique con cola pidió el Garbas y JB también con cola el Toni. No más de cuatro personas sin contarlos a ellos era todo el personal que ocupaba el salón. Decenas de chicas en paños menores fueron la atención inicial de sus miradas. Todas eran deseables y follables. Con esa ropita subliminal, ya te sugieren sexo. Top con wonderbra exuberantes y short con los mofletes del culo prominentes. Otras: en bragas y sujetador con medias de cristal para realzar sus muslos. Si fuera por el Garbas, se las jodería a todas una por una si le dejasen; o al menos, eso pensaba. El Toni, parecía estar en su salsa y encontrarse como en su casa. Se desplazó unos metros y durante unos instantes tuvo una conversación con la camarera mientras, las chicas, que estaban trabajando fuera de la barra, hablaban entre ellas yendo de arriba abajo camino de la gramola sin dejar de mirar al Garbas y haciendo que echaban monedas a la caja de música. A un gesto de la camarera o mejor la jefa de turno, todas o casi todas se pusieron alrededor del Garbas. Que este, intimidado, se quedó perplejo sin saber qué hacer. Tomó la palabra el Toni diciendo. –– Haber quien se la va a comer a mi colega. ––seguida de una sonrisa y una mirada al Garbas. Que un poco abochornado se quedó por un instante sin palabras. –– ¿Cómo?––fue lo siguiente que dijo. ––coge a la que más te guste. ––definitivo le dijo Toni. Un gesto cacique como la marca del ron hacia una mulata con el culo respingón y un par de buenas tetas decoradas por una lencería blanca sugerente, le quitó la duda de la elección. Otra mulata de las mismas características se fue hacia el lado del Toni con premeditación y segura; punto este que le hizo asegurar al Garbas que el Toni tenía su chica de burdel predilecta.

La mulata que había seleccionado el Garbas se acomodó entre sus piernas llegándole un olor a perfume embriagador que le daban ganas de cantar la canción del padrino. –– ¿Cómo te llamas?––fue la primera pregunta que se atrevió el Garbas a pronunciar sintiendo la cintura de ella sobre su polla que empezaba débilmente en protestar por su estado de erección. ––Elisabeth––le contesto. –– ¿De dónde eres? ––fue lo siguiente que dijo parco en palabras. ––De Colombia–– Mientras su mano frotaba sin cortarse un pelo la protuberancia que estaba tomando la polla del Garbas a través de su pantalón. El Garbas, ni corto ni perezoso, desplazó su mano derecha mirando a la vez que su desvergüenza no la viera nadie hasta llegar a su culo, a la altura de sus ingles, deslizando sus dedos por dentro de las braguitas y notar los pliegues de su vagina y el cambio de temperatura en sus dedos y en su lucidez. Ella, con delicadeza, se desplazó girándose un poco y exclamando: ––vamos arriba, a follar. ––Espera un poco le decía el Garbas, que con su mano izquierda, le holgaba el sujetador por delante viendo como era el tamaño y la forma de sus peras. ––En dulce, pensó–– ¿De la Guajira? ––le dijo él cambiando la voz a susurro en su oreja dándole un pequeño mordisco. ––No, de Medellín, ¿lo conoces? ––No, de esa parte de América solo conozco Cancún y una noche que pasé en Santiago de Cuba porque el avión se le estropeó la sonda. Y la mayor putada fue, que no tenía un puto euro pa gastarme. –– Le explayó mientras su mano volvía al sitio que su intuición le llevaba; Que no era otro que estar cerca del calor de su secreto mal guardado. La mulatita del Toni estaba de medio lado también entre las piernas de él, pero con el brazo derecho extendido por encima del hombro acariciándole el lóbulo de la oreja. Callada, esperando la orden del patrón para acatar condicionalmente el sexo. Garbas, intentó pedir y pagar otra ronda de cubatas, pero el Toni, enfadado y con cara religiosa le espetó: ––Ni se te ocurra, aquí, a ti, hoy; no te va cobrar nadie ––mirando al camarero que se había quedado con la copla. ––Coge el cubata y vamos para arriba, a follar –– le indicó el Toni. Garbas obediente, tomó de la mano a su puta y se fueron tras ellos que marcaban el camino a seguir. Atravesaron el salón que precisamente no era de té y siguieron por unas escaleras hasta el primer piso donde en el rellano, se encontraba un pequeño mostrador a forma de recepción con una señora mayor que se encargaba de cobrar, darte toallas y sabanas limpias y marcar la hora del inicio del partido sexual. Mamita le dijo Elisabeth cogiendo su kit de folleteo. Toni, la dejo sobre el mostrador dos billetes de cincuenta euros, y entre las tres, hicieron cuentas…

Las putas cambian de consentimiento diferenciando su estado si están abajo en el salón o si ya han logrado su pretensión que no es otra que la de tener la pasta a buen recaudo. Y ser ellas, las que a partir de este momento, cogen el timón. La mayoría de ellas, no les gusta besar con lengua, ponen impedimentos si les tocas las tetas prorrumpiendo; que las haces daño. Limitándose a conseguir que te corras lo antes posible y pillar un nuevo cliente volviendo a empezar, porque tú, no eres especial, aunque por unos minutos, te lo creas. ––Que los taxistas no se sientan ofendidos, pero es un buen ejemplo para que la gente lo entienda. –– No pretendo decir que el Garbas sea un santo de nuestra devoción, no; lo único, que no era la primera ni la segunda vez que había visitado un burdel. Excepto en Andalucía, Extremadura, Murcia, Asturias y la rioja; en las demás comunidades, alguna vez, las había visitado siempre con alguien; por supuesto.

Nada más cerrar la puerta de la habitación donde iba acontecer el polvo Elisabeth ipso-facto, se fue hacia el cuarto de baño a disponerse a lavarse el coño, pero el Garbas la dijo: –– Tranquila, a mi me gusta primero jugar y no te preocupes ni por el tiempo, ni por el dinero; que si hay que pagar la demasía, se paga. ––Toni, estaba en la habitación contigua y no se oía ni una rata. ––Bueno mi amor, no te pongas así. ––dijo Elisabeth comprendiendo que era mejor para ella ser sumisa y agradable. El Garbas la tomó de la mano y se sentaron al borde lateral de la cama. La miró a la cara y la dijo lo bonitos que eran sus ojos color avellana mientras su mano palpaba su chochito por encima de las braguitas y su boca intentaba unirse a la de Elisabeth que incomoda por el hecho, aceptó de buen grado cuando Garbas, le guiñó un ojo a modo de que interpretara que su colaboración sería remunerada. Por fin sus labios se juntaron y la lengua de él recorría lentamente todo el interior de su boca haciendo inca pie en su lengua, que permanecía inmóvil. Su mano pasó de su chocho a sus pechos bajándole la cinta del hombro del sujetador y acariciando con los dedos pulgar e índice los pezones esperando que se ereccionaran súbitamente aumentándole en su interior, la agradable sensación de que lo estaba consiguiendo notando, como su pene, crecía y se endurecía progresivamente. ––Ahora si vamos a lavarnos. ––le dijo el Garbas entumecido plácidamente y sintiéndose macho. La tumbó boca arriba y la fue bajando las bragas como si enrollara un papiro egipcio con la delicadeza precisa del que no quiere que su envoltorio se quiebre. Ella, cuando las bragas llegaban a los talones subió las piernas un poco y se dejó deslizar su prenda ínfima que callera al suelo, Las recogió, tomó de la mano al garbas y se fueros al cuarto de baño, sentándole en el bidé y lavando su pene erecto con agua tibia y gel de baño. El pubis de Elisabeth era bello como nunca lo había visto: cuidado, recortado, formando un triangulo isósceles en relieve perfecto. Lo tenía frente a él, tan cerca que no pudo renunciar a oler su cuerpo y lamer su tripa notando que ella se estremecía ligeramente. La dejó sola en el baño para que se asease bien su coño mientras él, se terminaba de un solo trago lo que le quedaba de cuba libre. Los dos desnudos semi – tumbados sobre la cama, empezaron a jugar con sus manos y dedos bajándose ella para chupársela mientras él, con los ojos cerrados disfrutaba y trataba de acariciarles los pechos. Su pene estaba completamente erecto, duro, y ella fue dejando de chupársela subiendo despacio hasta ponerse frente a él y sus tetas rozar con su pecho y como por arte de magia tener puesto el profiláctico que ella muy hábil, desde la boca, se lo había colocado. Durante unos minutos gozaron de sus besos y sus manoseos hasta que el Garbas no pudo más y la puso mirando para Pamplona, haciendo el perrete , se la encajó despacio colaborando ella en la introducción lenta de la polla del Garbas. Los gemidos pausados y jadeantes no parecían falsos y eso al Garbas le gustaba y le hacía ser más duradero en la medida de lo posible porque él, también, estaba acusando la llegada cruel del clímax. Sacó el pene de su vagina y se dejó caer sobre la cama necesitando unos segundos para recuperarse y volver a la realidad mientras Elisabeth le desposeía del condón completamente eyaculado y lo tiró a la papelera del wáter. Se lavó una vez más y le dijo: –– ¿Te ha gustado cariño? ––No contestó de inmediato, aun seguía reponiéndose oyendo por primera vez los jadeos sonoros de la habitación contigua donde el Toni y su amiga Mónica ––que así se llamaba–– disfrutaban también del dulce mundo del placer y la lujuria sin cortarse un pelo. La dejó sobre la mesilla de noche veinte euros y la miró a los ojos para ver la reacción que tomaba. Elisabeth al ver el dinero. Bastó, un simple gesto de satisfacción de ella, así, lo corroboró. Se vistieron casi al unísono y bajaron juntos hasta la entrada al salón donde Elisabeth le besó en la boca y se despidió con un vuelve pronto cariño, me lo he pasado muy bien.

La ley de la prohibición de fumar dentro de los establecimientos públicos no contaba en el club; se lo pasaban por la polla, pero el Garbas, necesitaba salir a la calle y respirar el aire de la noche que avanzaba inexorablemente siendo la una de la madrugada y su cabeza empezaba a notar los efectos del alcohol. Y su astigmatismo: guardar el equilibrio, la gravedad de permanecer firme y no dar tumbos ni ladeos. Por hoy; ya valía. Se encendió un pitillo, aspiró la chupada y con fuerza, exhaló el humo que salió despedido como si de un tubo de escape se tratara viniéndole un pensamiento: ––Todas se llaman: Catherine, Monicas, Elisabeth, Naomis. Ninguna Mari Carmen, Antonia, Mercedes…–– Cerca de él sin querer, oía una conversación de unos individuos que fumaban y hacían compañía al mandinga que protegía la puerta del club. Le resultó extravagante e hipócrita. Al tratarse la conversación en el hecho de que las mujeres sudamericanas con el pedigrí de mulata, la habían creado los españoles cuando descubrieron y colonizaron América. Uno de ellos, con traje de corte barato y corbata de los chinos decía: –– Las mulatas han nacido pa follar y follar y cuando te levantas y sigue allí, te la vuelves a follar y follar, pa eso han nacido. –– ¡Valiente hijo de puta eres tú! –– pensó inmediatamente el Garbas que adoraba a las mujeres y seguía sin encontrar a su flor de invierno. El otro, no le iba a la zaga y al hilo comentaba: –– Pero que hijos de puta el Colón, el Pizarro, El Cortés y todos los putos frailes que les acompañaron que estando hartos de hacerse pajas y mamárselas entre ellos, también le cogieron gustillo a eso de follar , violar y evangelizar. –– ¡Toma! pa que te jodas. Se dijo para sí el Garbas. Aunque, sin embargo, esto último; le dejó un poco es ascuas y pensativo hasta que por la puerta apareció el Toni encendiéndose un cigarrillo y exclamando: ––Vamos a ver cómo va el negocio y te subo pa el hotel que yo mañana me tengo que levantar a las cincos y mira la hora que es ––Bajaron andando a buen paso mientras su conversación versaba en la experiencia que habían tenido, sobre todo el Garbas; que se quedó alucinado del modo de follar tan complaciente que le había suministrado Elisabeth.

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